Lo mejor que hacer en Saranda es pasear por el extenso Bulevardi Hassan Tahsini a la orilla del mar. Sobre todo por la noche está lleno de gente y hay muchas tiendas abiertas, restaurantes, terrazas, lugares de copas, juegos callejeros… En este bulevar está la Iglesia ortodoxa Shen Harrallambi; y en una calle paralela las ruinas de la sinagoga del siglo V.
Realmente en la ciudad en sí no hay mucho más que hacer, solo disfrutar del verano, la playa, sus restaurantes, bajos precios y el ritmo de vida nocturno. En las colinas que hay en el este de la ciudad se levantan dos atractivos: en una de ellas se encuentra el Monasterio de los Cuarenta Santos, bizantino y que da nombre a la ciudad, pero llegar hasta aquí es muy complicado. El acceso es un camino de tierra, pedregoso y estrecho, por un barrio que no nos convenció mucho, así que dimos la vuelta a mitad. El otro atractivo, y muy recomendable, es subir hasta el Castillo Lekuresi, del siglo XVI. Desde aquí se obtienen unas vistas de Saranda y sus alrededores espectaculares, y sobre todo, es un sitio inmejorable para disfrutar de una comida o una cena.
La otra gran atracción turística cercana a Saranda es el llamado “Ojo azul”, en albanés Syri i Kalter, aunque lo verás por todas partes con su nombre en inglés “The Blue Eye“. Este es un nacimiento de agua que lo hace con una forma asombrosa: un agujero de más de 45 metros de profundidad donde la tonalidad del agua se vuelve muy azul, formando una pupila y un iris. El agua brota desde aquí y después forma un río de aguas cristalinas, en mitad del bosque albanés. El agua está muy muy pero que muy fría. El camino para llegar aquí es de tierra y hay que pagar a un guardia para poder entrar con el coche. Antes de llegar, también podéis aprovechar y visitar el Monasterio de Mesopotam y de San Nicolás de Bari.